Impregnar o Consagrar

  • Autor: 
  • Marta Povo
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  • Esther Beltrán o Marta Povo
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  • 693922473 / 629501829

IMPREGNAR O CONSAGRAR SUSTANCIAS


Las nuevas esencias y elementos de Fisterra·Novaterra se consideran un sustrato sanador de alta
vibración. Estas esencias terapéuticas emplean la sagrada armonía de los patrones de la geometría,
así como los efectos psico-anímicos del color y la luz, para impregnar e informar ciertos sustratos
líquidos, como el agua de mar y los aceites. Una vez elaborados alquímicamente, codificados y
consagrados, estos especiales aceites y aguas saladas conllevan una sinergia o confluencia de
información sutil y se convierten en unos elementos sanadores que tratan eficazmente las
memorias y las causas, actuando más allá de los síntomas. Para comprender mejor el concepto de
‘dar información a las substancias’ hemos elaborado esta narración informativa.
Consagrar, más allá de las antiguas connotaciones religiosas, no es nada más que el acto de
asignar un código, una fuerza mayor, es dinamizar o amplificar la energía de algo, cualquier
sustancia. Consagrar habitualmente se entiende como bendecir, purificar y potenciar. Es modificar
su frecuencia como algo más sutil. Cuando hablamos de impregnar o consagrar algo siempre nos
referimos a un acto ‘voluntario’.
Toda persona deja un rastro, realiza una impregnación en todo aquello que toca y por todos los
lugares que pasa; todos dejamos un rastro porque somos pura energía. Algunos lo llaman
impregnación, otros dicen vibración energética, otros lo denominan presencia etérica. Pero eso
siempre ‘sucede’ o se manifiesta como un fenómeno natural, automático e inconsciente. Sin
embargo, se puede realizar conscientemente y con fines amorosos, curativos o potenciadores;
entonces es cuando lo llamamos más propiamente una consagración o bendición.
Cualquier impregnación de la materia es una aportación de energía que cambia su estructura
atómica; pero puede estar impregnado de una energía luminosa y expansiva, o bien de una energía
pesada, oscura, lenta e involutiva. Todos percibimos cosas o lugares con mucha densidad, y otros
sitios son muy ligeros, alegres y frescos. Si la información que implantas y desprendes es amorosa y
expansiva, aquello que impregnas, bendices o consagras, también cambiará su composición
molecular, su estado vibratorio, su frecuencia, sus características, lo transformará en algo que
contagia luz, amor, salud y gozo. Aquello consagrado se transformará en ‘algo nuevo’, distinto de lo
que era, por lo tanto lo consagrado y bendecido es una entidad viva que, como todo, interactúa con
el entorno.
Consagrar una substancia, como el agua o el aceite (aunque puede consagrarse y bendecirse
cualquier objeto o tipo de material, incluso un lugar o una persona…) es darle información o
‘imprimirle’ una codificación, como un programa, unas nuevas posibilidades y efectos sobre las
personas que lo usan o están en contacto con la sustancia codificada. Los efectos de aquella
sustancia consagrada no son los mismos que antes, aunque su composición biológica sea idéntica.
Según la finura, la pureza, el poder y la profundidad con la que alguien haya impregnado una
substancia, los efectos de aquella codificación pueden llegar a permanecer inalterables en el tiempo.
Tradicionalmente tan solo algunos sacerdotes, chamanes, alquimistas y seres con grandes dotes de
sensibilidad psíquica y mediúmnica, eran los encargados de bendecir y consagrar lugares, objetos o
substancias, pues no todos los seres humanos tienen el canal preparado, educado o entrenado para
aportar fuerzas de mayor intensidad a la habitual.
En el antiguo Egipto, el faraón Akhenatón, quien era también un gran místico y un excelente 2
terapeuta, experimentaba constantemente estados superiores de conciencia que le llevaron a
descubrir facetas sutiles del efecto terapéutico de los aceites. Según su propias palabras, los aceites
representaban un elemento o sustancia por la cual lo sutil y lo sagrado se introduce de un modo
más fácil hasta el corazón de la materia densa. Decía que había dos razones por las que eso
sucedía; por un lado, el carácter receptivo de un aceite, es decir, que era muy fácilmente
programable o receptivo a la información; por otro lado, su gran capacidad de penetración en el
cuerpo.
Las palabras del propio Daniel Meurois, en su libro ‘Así curaban Ellos’, nos revelan que mediante
la utilización inteligente y amorosa de un aceite preparado terapéuticamente, Akhenatón estimaba
que se podía facilitar o amplificar el descenso del Principio divino solar hasta el seno de la materia.
Afirmaba que era además el motivo principal por el que los antiguos ungían con aceite las estatuas,
templos y representaciones divinas. Con este acto de ‘ungir’ tenían conciencia de invitar a los
Principios invisibles a habitar progresivamente las estatuas, modificando así su tasa vibratoria,
transformándolas en ‘pilares energéticos’ para aquel templo y las personas que accedían. En este
sentido, el sacerdote, igual que el terapeuta en su rol vehicular, se convertía en un pontífice en el
sentido original del término, es decir, en un constructor de puentes.
Todo terapeuta o sanador es, o debería ser, un pontífice, un simple puente, mediador o
intermediario entre los Principios sanadores y el enfermo o la enfermedad. Según la calidad del
aceite, y por supuesto la calidad del alma del terapeuta o del alquimista, ha sido posible ver en
múltiples ocasiones una clara onda energética luminosa procedente del aceite, que va subiendo a
través de la red de nadis hasta el chakra que rige el órgano sanado. Entonces el chakra reacciona
abriéndose y después, a través de los mismos nadis, se redistribuye esta onda luminosa hasta la
zona tratada, pero ahora con una gran dosis de ‘prana nuevo’, según palabras de propio Daniel
Meurois, metafísico y muy conocido por poseer la facultad de leer el aura humana. Se entiende que
el ‘prana’ es el alimento básico y espiritual, sanador y universal. También nos explica los cambios de
color que produce un aceite esencial a aplicarlo, la pequeña hinchazón o expansión del aura y otros
efectos.
Él mismo narra que no tiene nada que ver el efecto que produce cualquier aceite, aunque sea
esencial o muy bien elaborado, con el efecto de los aceites consagrados. Si su consagración ha sido
realizada a conciencia por un ser que es un ‘sacerdote en el alma’, por alguien que haga realmente el
papel de un puente o mediador entre lo divino y lo humano, entre lo sutil y lo denso, entonces ese
aceite consagrado o unción tiene un efecto tremendamente superior. Se ha podido observar que
estas sustancias codificadas, una vez aplicadas, dejan escapar sobre la zona una especie de cono
luminoso de un color blanco intenso, un cono cuya base equivale a la zona que ha sido ungida; en
ocasiones se ha podido percibir este escape luminoso de hasta cincuenta o sesenta centímetros. Una
verdadera consagración no es en ningún caso algo relacionado con una superstición o tipo de
folclore. Como místico, él mismo comenta que ‘consagrar’ constituye realmente una llamada a una
Fuerza superior, una fuerza a la que se ruega que descienda a nuestro plano vivencial.
Los sacerdotes-terapeutas egipcios y esenios ni siquiera contemplaban la utilización de aceites
que no fueran consagrados. Los antiguos textos nos explican, sorprendentemente, que en sus
rituales de bendición, imprimían en el aceite la imagen de un 'arquetipo', un arquetipo armónico
cuya visión pedían en sueños, o en sus meditaciones. A veces consagraran un aceite especialmente
para un enfermo y se enfocaban para que su meditación y su llamada a este arquetipo estuvieran
entonces directamente centradas sobre la personalidad y los síntomas de aquel alma doliente. Tras
cada arquetipo recibido, veían la presencia de una cualidad o de una función divina, susceptibles de
compensar el desequilibrio instalado en la persona.
Nos explican estos sabios sanadores que la mayor parte de los arquetipos que percibían eran de
forma geométrica. A través del análisis de sus propias visiones afirmaban que, sumergiéndose en el
seno de lo infinitamente sutil de cualquier cuerpo humano, no descubrían otra cosa que formas
geométricas vivas. Estas, decían, se mostraban de una forma armoniosa o, al contrario, presentaban
signos de anarquía. Consideraban que el arquetipo llamado a descender en el seno del aceite
actuaba como un 'director de orquesta' capaz de volverlo a sincronizar o armonizar todo.
En el seno de la comunidad esenia del monte Krmel, narra el autor, existía una especie de 3
diccionario de aceites. Este compendio era muy especializado y no solo catalogaba y enseñaba la
justa fabricación de los aceites a partir de las plantas, sino que indicaba también qué forma
geométrica arquetípica se asociaba a cada familia de vegetales, e incluso recomendaba su
visualización durante el ritual de consagración del aceite. El origen de ese diccionario era egipcio,
pues fue de ellos de quienes aprendieron los sanadores esenios, y lo elaboraron los sacerdotesterapeutas
durante la época de Akhenatón. El ideal egipcio era dinamizar un aceite y su planta de
origen, mediante una forma geométrica arquetípica y, cuando era necesario o pertinente, pedir en
estado expandido de meditación la ayuda de otro arquetipo relacionado al desequilibrio concreto
del enfermo.
No hay nada más cercano a la dinámica actual de la Geocromoterapia que todas esas
consideraciones y prácticas antiguas. Sorprendentemente, sin conocer nada al respecto desde el
punto de vista histórico, en 1994 yo misma experimenté una de las más intensas experiencias
místicas de mi vida. Durante tres meses accedí a un compendio de información extrasensorial
respecto a ciertas propiedades geométricas y lumínicas, destinadas a la sanación del ser humano
actual. Eran sinergias entre formas y colores concretos, que tenían funciones determinadas para
poder sanar (vaciando memorias o códigos, o despertando y activando procesos evolutivos) o recodificar
una persona, un ambiente o una sustancia. De ahí nació no solo la Geocromoterapia con
sus 77 arquetipos, como todo un paradigma, visión o sistema sanador en base a unos arquetipos
universales determinados, sino que nacieron también todas las formulaciones específicas de aceites
impregnados o consagrados con dichas pautas armónicas, los arquetipos Geocrom, para la salud
bio-psíquica y la evolución anímica.
Fisterra·Novaterra, nuestra pequeña compañía de esencias terapéuticas, ha sintetizado tanto en
el agua de mar como en los aceites y unciones codificadas, todo ese legado y esa gran inspiración.
Simplemente estamos retomando y acogiendo todo ese bagaje sanador y esas perlas de sabiduría,
para facilitar una fina y profunda sanación sobre los distintos cuerpos y aspectos existenciales del
ser humano. Para nosotras dos, Esther y Marta, creadoras de Fisterra, como mujeres de Gaia,
antiguas sanadoras y recientes colaboradoras para impulsar el cambio de paradigma que vivimos,
es un verdadero honor y una bendición tomar de nuevo la antorcha de la Luz y llevarla al mundo.
Marta Povo

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